El arte comienza a derivar hacia un camino político, serán autores de militancia política concreta e incluso activa, lo que trasladan a su pintura como mecanismo de denuncia. Los pintores están más preocupados por la iconografía que por la técnica, pues siguen usando los mismos instrumentos que en el pasado, no innovan. Las espigadoras de Jean Francoise Mollet, representa la pobreza de unas mujeres campesinas inclinadas en el campo para recoger las sobras de los campos cosechados. Recoger lo que ha sido dejado después de la cosecha era visto como uno de los trabajos más denigrantes de la sociedad (existe la misma idea dentro de pasajes bíblicos). Aún así, Millet describe a las mujeres de forma heroica, de forma tal que son lo principal en la pintura. El cuadro no muestra mujeres de belleza idealizada, en actividades de ocioso o reposo, con ropajes elegantes y finos; no muestra paisajes épicos, luchas mitológicas o eventualidades naturales asombrosas. Es un campo común y corriente.
La Lavandera de Honoré Daumier retrata una mujer trabajadora y a la vez madre; de ella desprende el sufrimiento del trabajo agotador que las clases humildes desempeñan. Nuevamente se aprecia un cuerpo femenino robusto, fuerte, el reflejo de una heroína monumento a la honradez (según la ideología del socialismo); no hay rastros de feminidad idealizada. No se ve a una mujer gozando de los placeres de la vida, o desempeñando un trabajo que le cause dolor; no hay aristocracia ni en su entorno ni en su forma de vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario