El movimiento plástico Impresionista se desarrolló a partir de la segunda mitad del siglo XIX en Europa; se caracteriza por el intento de plasmar la luz (la impresión visual) y el instante, sin reparar en la identidad de aquello que la proyectaba. Los artistas impresionistas tienden a usar con creciente frecuencia colores puros y sin mezcla, y a prescindir de negros, pardos y tonos terrosos. Aprendieron también a manejar la pintura más libre y sueltamente, sin tratar de ocultar sus pinceladas fragmentadas y la luz se fue convirtiendo en el gran factor unificador de la figura y el paisaje. Dentro de este movimiento, un cuerpo de carne y hueso no es más que un paisaje natural, un momento de luz y color. Dentro de este movimiento se dan los desnudos femeninos gratis: Olympia, Desayuno Campestre; suscitaron grandes escándalos entre la sociedad. Así mismo, comienza a verse la participación femenina dentro de las artes (sobre todo el ballet y la opera).
Edgar Degas suele representar a la mujer en sus actitudes más bizarras y complicadas; buscando escorzos y perspectivas complicadas (especialmente en las bailarinas de ballet). Sin embargo pinta otros temas como las modistas o las planchadoras, que le sirven para reproducir escenas de interior con una complicaciones perspectivas y lumínicas. Entonces, Degas busca las perspectivas más audaces, los puntos de vista más oblicuos (ángulos laterales, la orquesta, los palcos), huye de la frontalidad; busca los efectos lumínicos más innovadores, jugando con las luces de candelabros, provocando deslumbramientos, claroscuros y proximidad a planos inmediatos, que la luz natural nunca hubiera suscitado. Los personajes parecen flotar en una atmósfera de magia casi ensoñada. En los desnudos femeninos, Degas pinta mujeres en la intimidad de su “toilette”, bañándose, peinándose, enjugando el cuerpo y cabello, descansándose o preparándose para vestirse. Principalmente pintadas en pastel, muestra los más leves matices de luz, los sombreados más luminosos con rosas y azules que forman las más delicadas armonías cromáticas. El cuerpo de la mujer es delgado, se observa su anatomía en las caderas y se sabe que es una figura femenina por su cabello recogido.
La imagen de la mujer en el siglo XIX y su representación son un tanto contradictorias con la realidad. Si bien durante parte de esta época, España está gobernada por mujeres, esto no se refleja en cambios en la vida cotidiana, ni tampoco en su integración en la vida, pública, salvo casos aislados. Las publicaciones de la época sirven como pretexto para jugar con los prototipos femeninos de moda. La moda se convierte en dogma y las mujeres son incitadas continuamente a preocuparse de su apariencia física. En este sentido se publica en 1840 el Manual para las señoras, de madame Cernalt, y en 1846 se publica, en La Elegancia, el resumen de una obra francesa, Reflexiones sobre la coquetería, traducido por Micaela Silva. El costumbrismo tradicional y etnográfico tiene un gran desarrollo durante el siglo XIX. La razón de su aparición se encuentra en los cambios sociales burgueses, en los que se produce un deseo de revivificación de un pasado tradicional.
Los artístas neoimpresionistas utilizaron la figura femenina para superar la pérdida de forma y volumen al que estaban abocados los impresionistas, más preocupados por la luz y la atmósfera. Paul Cezanne en Mujer desnuda en un sofá, pinta una mujer que goza de total volumetría, resaltando su delicado cuerpo tendido sobre un diván, recibiendo un potente foco de luz que crea arbitrarias sombras. Esta referencia al volumen se ve aumentada por la presencia de las frutas en la zona izquierda de la composición, utilizando el color como vehículo para alcanzar la forma, tanto en la figura femenina como en las peras. No en vano, el propio artista afirmaba que "la forma alcanza sólo su plenitud cuando el color posee su mayor riqueza".
Suele decirse que el Postimpresionismo no es propiamente un estilo artístico con unos rasgos técnicos más o menos definidos y fácilmente identificables. Se trata más bien de un término un tanto impreciso que sirve para designar a un grupo de artistas que lo único que comparten es una relación un tanto ambigua con el Impresionismo. Como cronista de la vida nocturna de París, Toulouse-Lautrec no pasa por alto la homosexualidad femenina tan habitual entre las prostitutas y las mujeres del espectáculo. El cuadro Las dos amigas ilustra dos modelos ahora más jóvenes y delgadas; la muchacha de segundo término lleva una camisa de aspecto masculino mientras que la de primer plano lleva el vestido rojo bajado, apreciándose sus medias negras. Lautrec capta perfectamente la intimidad de sus figuras, empleando para ello un perfecto dibujo con unas líneas muy marcadas y un colorido vivo y alegre, aplicado con rapidez. Podríamos hablar de influencias de grabados eróticos japoneses y de cierta relación con la pintura de Degas.
A partir de esta época, o tal vez unas décadas atrás, el cuerpo femenino no es representado para rendir culto a la fecundidad, propia de su sexo, si no como objeto de placer o decoración del momento retratado. Existen muchos cambios dentro de la vida femenina con el surgimiento/avance del feminismo (decisiones sobre su cuerpo, su maternidad, su educación), su incorporación en otras actividades de la vida cotidiana (cambio de roles), tales como integración al deporte, por mencionar un ejemplo. Algunas de las razones que habían excluido a la mujer de la práctica deportiva fueron la consideración del deporte como actividad pública; la falsa definición que la sociedad había configurado sobre el cuerpo femenino y sus funciones: se consideraba el deporte como obstáculo para la fecundidad, una llamada pecaminosa al sexo por lo corto de los vestidos y el resalto de las formas, una práctica que apartaba a la mujer de su papel esencial de dueña del hogar.
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