Los teóricos de estética de la época sostenían que el medio más apropiado para representar la figura humana era la escultura. La estatua desnuda en mármol era una expresión escultural del alma humana por su calma, permanencia y uniformidad de tono se consideraba un modelo especial mente idóneo para expresar los valores espirituales y materiales. Los artistas neoclásicos ignoraban o no comprendían totalmente la turbulencia y el conflicto expresados en los mitos griegos. En un primer momento lo femenino y sentimental se consideraba propio del Antiguo Régimen y se reprimía en aras del nuevo ideal; se hablaba de greco-femenina y romano-masculino.
Madame Recamier de José Chinard es una obra maestra del Neoclásico a lo que retrato se refiere. En esta escultura se observan características grecorromanas tales como el peinado, el giro del rostro, la fina tela que recubre los senos de la mujer. Lo que hace diferente a esta pieza es la expresión en el rostro del personaje, más que una cara de autoridad, es una cara de belleza idealizada que refleja dulzura, sensualidad, inocencia; sentimientos que no se ven en una matrona romana que suele ser retratada con el rostro levantando y la mirada fija en el espectador.
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